Matisse, sin color.

 

La Fundación Canal recibe, hasta el 18 de Agosto, 63 de los grabados del autor francés, creados en paralelo a su obra principal.

La exposición Matisse grabador pone el foco en una de las etapas menos conocidas del autor. Las obras, cedidas por The Pierre and Tana Matisse Foundation repasan la conexión que tuvo el artista con las técnicas de grabado y de dibujo, las cuales dotaron a su obra de la personalidad e innovación que le caracteriza. El recorrido incluye 63 de los más de 800 grabados que el artista firmó durante su vida.

Tres de las obras expuestas en la exposición Matisse Grabador. Fuente: tumblr

 

Henri Matisse es conocido por ser uno de los maestros del color de la pintura moderna. Obras como “La alegría de vivir” o “La danza” son claves para entender los movimientos vanguardistas de principios del siglo XX. Pero, su faceta menos conocida, la de grabador y dibujante, también pasará a la historia por su calidad técnica, siendo una parte indispensable para entender su vida y obra.

Los grabados del maestro

Es difícil pensar en una exposición de Matisse que no se encuentre completamente inundada de color. El autor francés este considerado, junto a Picasso, como uno de los máximos referentes de la pintura vanguardista, y su maestría para combinar las armonías cromáticas le llevó a ser uno de los artistas más cotizados del famoso Salon des Indépendants siendo, él mismo, el principal impulsor del fauvismo.

Pero lo cierto es que Matisse también desarrollo su arte en multiples formatos, no solo la pintura al óleo. De hecho, para él, el dibujo era una disciplina fundamental de su arte. Su legado está plagado de bocetos y experimentaciones que aportan una cantidad inimaginable de información sobre su técnica y sobre su vida.

Fauvismo en blanco y negro

EL propio Henri Matisse creía que el grabado era una técnica que debía estar a la altura del dibujo para un artista. Durante toda su vida, Matisse produjo 829 grabados en diferentes formatos. La Fundación Canal recoge 63 de ellos, en una exposición cuidada, con obras cedidas por la fundación del hijo del artista, Pierre Matisse.

El recorrido elegido para los grabados que se exhiben fluye durante todas las etapas del artista, desde los momentos más vanguardistas de su etapa postimpresionista, hasta sus viajes y estudios de los desnudos en su taller de Paris, por donde pasaron reconocidos personajes de las artes siendo inmortalizados en algunos de estos grabados.

La exposición presenta, en 11 secciones, el proceso creativo del autor a través del tiempo, hablándonos de sus obras en paralelo, pero viendo, únicamente, los grabados que este hizo como forma de expresión ligada a su obra principal.

De todas las técnicas de grabado utilizadas por Matisse, este eligió, durante sus inicios, el agua fuerte y la punta seca. Debido a su sencillez, estas técnicas casaban a la perfección con el estilo de un Matisse joven y dinámico que buscaba captar un momento fugaz en su obra, para lo que era indispensable la rapidez.

“Basta con inventar signos. Cuando tienes verdadero interés en la naturaleza, puedes crear signos que sean válidos tanto para el artista como para el espectador”.

De esta etapa son los grabados de su autorretrato, basado en el de Rembrandt, donde ya se percibe su fuerte personalidad, y los primeros desnudos. Todos estos trabajos, algunos de ellos pertenecientes a blocs de notas o cuadernos de campo, albergan bocetos y otros detalles que ayudan a entender cueles fueron las claves del dibujo para Matisse. Ejemplo de ello son las primeras figuras desnudas femeninas donde el autor buscaba la expresión y la vivacidad en forma de movimiento, pero que, entre líneas, rodeaba de una serenidad y un aparente reposo que marcara su obra hasta su muerte.

Estudio figurativo. Pierre Matisse Colection

Mientras que pintaba una de sus grandes obras: “La alegría de vivir”, Matisse trabajó en paralelo con otras técnicas de grabados, entre las que se encuentran la xilografía (grabado sobre madera) y, sobre todo, la litografía, formatos con los que se sintió muy libre y representado.

Con el siglo XX ya establecido, y habiendo pasado su etapa más vanguardista y experimental con el color, Matisse se centró en retomar los grabados en una búsqueda por explotar las figuras humanadas, simplemente, a través de las líneas vibrantes y los contrastes de fondo blanco que le permitía la litografía.

Imagen propia. Exposición Fundación Canal

De esta época es “El gran desnudo”, un trabajo litográfico, realizado rápidamente debido a su obsesión por el dibujo fluido de un solo trazo que, según él, proporcionaba a la obra la fuerza del instante así como la acción de la figura.

Es curioso ver cómo, mientras que el Matisse pintor se separaba cada vez más del delineado propio del dibujo, el Matisse grabador lo introducía de forma clara en sus obras, encontrando su máxima expresión en el periodo de producción de monotipos, que abarca desde finales de los años 20 hasta su último periodo en activo.

“Si confío en mi mano para dibujar es porque, mientras la eduqué para que me sirviera, nunca le permití dominar mis sentimientos”.

La exposición, situada en la planta -1 de la Fundación Canal, resulta muy atractiva para el público que no está familiarizado con las obras más conocidas del autor. Desde el principio, el blanco y el negro llenan el espacio creando una atmosfera que refleja a la perfección el estilo de los grabados. Las obras se encuentran distribuidas en 4 espacios separados. Cada uno de ellos trata una parte de la obra, ya sea según su técnica de producción, su inspiración o su objeto artístico, factores que cambiaron gran cantidad de veces durante toda su carrera.

Temáticas como la danza o la música son recurrentes en las obras expuestas, todas ellas bajo el mismo hilo conductor: la simplicidad utilizada en el delineado. Durante los dos primeros espacios se hace notar la importancia de estas técnicas para dotar a las producciones de la vivacidad inherente con la que capta Matisse a sus modelos.

Por lo general, las obras expuestas en la exposición tienen un tamaño reducido debido a su naturaleza de dibujo y a la personalidad de Matisse. Esto, lejos de ser molesto, crea una complicidad y una cercanía que absorbe al visitante, el cual debe acercarse a cada obra para contemplar cada trazo del autor en los formatos originales.

La figura y la línea

“Los grabados cuentan con una gran expresividad”, nos cuenta Magdalena Aranda, responsable de la exposición. “Es una técnica que permite apreciar cada surco dejado por el autor, si te fijas, puedes ver hasta las marcas de los dedos manchados de tinta sobre el papel”.

Magdalena nos cuenta el proceso de creación de algunas de las obras de Matisse que se exhiben en este espacio: “Matisse fue un autor que, incluso para los pintores de su época, era considerado un absoluto maestro de la pintura. Por ello, él mismo se autoexigía en muchos sentidos, quizás es por eso que el dibujo y el grabado le resultaran llamativos, puesto que son técnicas que, por su composición, pueden resultar más simples que la pintura al óleo. Podemos decir que los grabados eran la forma perfecta para desconectar y volver a la esencia del arte para él.”

En la obra de Matisse es destacable la presencia de las figuras femeninas en toda su obra. Desde sus hijas hasta sus modelos han sido objeto de su representación artística, también, como no, en sus grabados. La exposición recoge una serie de litografías clasificadas bajo el nombre de “estudios de piernas femeninas” donde se observa la influencia del cuerpo femenino para el autor. Todas ellas presentan el mismo patrón de línea única con el que el autor trabajó. Algunas de ellas también fueron creadas por medio de la técnica del raspado sobre litografía con el objeto de aplicar luz a las figuras.

A la par que Matisse producía la gran cantidad de grabados que se conservan de su propia mano, las reminiscencias de su vida dejan huella en su trabajo. Así como las modelos que, en obras como Grande odalisque à la culotte bayadère (1925), Odalisque à la coupe de fruits (1925) tienen un significado especial para el autor, el mismo Matisse deja  constancia de sus viajes por África en el entorno de sus grabados.

Debemos recordar que Matisse fue pionero del arte decorativo, y dado el momento histórico de su vida, el colonialismo de finales del siglo XIX, los entornos de sus obras estan cargados de referencias a las telas y mantos propios del  Magreb, tendencias que estaban muy valoradas en esa época. Así, Matisse vestía a sus modelos con exuberantes tejidos exóticos, y llenaba los espacios con muebles y adornos propios de otros países.

“Soy ciertamente un romántico, pero con un buen medio científico y racionalista. Así, de este conflicto a veces me salgo victorioso, pero agotado.”

 

Incluso, en la colección, podemos apreciar algunos detalles que nos ayudan a entender el mundo interior de Matisse. Una de sus obsesiones fueron los peces, o más bien sus peceras. Durante su periodo creativo en soporte litográfico, el autor pintó numerosas escenas de sus modelos junto a peceras. Uno de los motivos es que, el autor se fascinaba con el efecto lupa que creaba el cristal de las peceras haciendo crecer las figuras de los peces que estas contenían. El estudio anatómico de las partes del cuerpo también fue motivo de su interés.

Imagen propia. Exposición Fundación Canal

Matisse creía que la torsión del cuerpo podía transmitir, además de movimiento, sensación de relajación, en contraposición a la creencia establecida de que los cuerpos llevamos al límite transmitían frustración e incomodidad. En la exposición, podemos apreciar multitud de figuras femeninas dobladas que se repiten en todos los periodos de su trabajo.

El grabado como forma de expresión

La importancia que Matisse confiere al grabado fue realmente intensa y novedosa, su paso por las diferentes técnicas le permitió modificar la perspectiva con la que realizaba sus creaciones. A continuación, atenderemos, una a una, las técnicas con las que Matisse trabajó sus grabados:

Aguafuerte: Técnica de grabado en la que se emplea esta disolución para remarcar las líneas o surcos del dibujo hecho en una plancha de metal.

Imagen propia. Exposición Fundación Canal

Punta seca: El grabado a punta seca es una técnica similar a la del grabado al buril. El artista dibuja la imagen sobre una lámina de zinc, cobre, sin tratar, o de acrílico o plástico utilizando un instrumento que parece un lápiz, con punta de diamante, o simplemente metal afilado.

Xilografía: Técnica de grabar imágenes en una plancha de madera vaciando las partes que en la reproducción o impresión deben quedar en blanco.

Litografía: La litografía es un procedimiento de impresión que consiste en trazar un dibujo, un texto, o una fotografía, en una piedra calcárea o una plancha metálica.

Linograbado: EL linograbado es una variante del grabado en la que una hoja de linóleo se utiliza como matriz. El diseño se graba espejado y en negativo sobre la superficie de linóleo con un cuchillo afilado, gubia, o cincel en forma de V.

Estarcido: Técnica que consiste en estampar sobre una superficie el dibujo que queda en el hueco de una plantilla perforada, pasando sobre ella un pincel o trapo empapados en pintura; se emplea principalmente como técnica decorativa.

Henri Matisse no solo ha sido un maestro de de la pintura moderna y de la vanguardia, Matisse representa el espíritu francés del siglo XX, fue un autor de éxito valorado tanto en vida como después de su muerte. Sus colores, heredados de los grandes padres fundadores del postimpresionismo, como Van Goth o Gauguin, llegaron a marcar una época, y a servir de inspiración para artistas posteriores, no solo de la pintura, sino de la poesía o de la música.

Matisse tendía puentes entre las artes, quizá por eso prestaba tanta importancia al dibujo instantáneo, dejaba que el momento fuera quien trazara las líneas de su obra, siempre desde una postura de artista, atendiendo a la profesionalidad que se espera de ellos, pero marcando su estilo y el del objeto de su arte.

“Es agradable ver cómo un buen poeta transporta la imaginación de otro artista, permitiéndole crear su propio equivalente de la poesía. El artista plástico, para sacar el mejor partido de su obra, debe evitar adherir de manera demasiado servil al texto. Por el contrario, debe trabajar libremente, enriqueciendo su propia sensibilidad mediante el contacto con el poeta que va a ilustrar.”

 

Es curioso cómo, al tratarse de uno de los artistas más representativo en cuanto al uso del color, contemplamos una parte de su obra que prescinde totalmente de la característica más importante de su estilo pero nos sigue transmitiendo de la misma forma. Precisamente ese fue uno de los objetivos de Matisse.

Tras su paso por las galerías parisinas de principios de siglo, Matisse contempló las innovaciones que florecían imparables por todos los estudios de Europa. La perspectiva, al igual que el color, debe profundizar en la esencia de lo representado, deben tener un objetivo en cuanto a la sensibilidad del espectador. Al deshacerse de su instrumento más preciado, el color, Matisse desarrolla la sensibilidad de su obra de desde un enfoque, para él, muchas veces extraño, novedoso, que le hace “volver a empezar” desde el punto de aprendiz.

Ese enfoque tan sutil esconde en realidad una técnica cuidada, que para personas sin percepción pasaría totalmente inadvertido, pareciéndoles, incluso, feo. Pero no debemos confundir la belleza con la complejidad. Matisse busco en el grabado una simplicidad que, de algún modo, estaba perdiendo en su obra principal.

La utilización de la línea simple para crear sus trazados litográficos obligaba a su mano a narrar las historias de una forma directa y completamente distinta a los rebuscados planteamientos cromáticos y figurativos de vanguardias como el cubismo o el fauvismo.

Matisse apuntaba que, muchos de los grabados que realizó durante su vida, fueron realizados en el ámbito familiar o de amistad. Parece que el grabado, y sus diferentes técnicas, mantienen una dimensión diferente a la de la pintura clásica. Como si toda la seriedad que buscaba en sus composiciones se perdiera de repente en las planchas litográficas y monográficas de su estudio.

Henri Matisse, “Autorretrato” (1906)

El resultado es, sin duda, una de las mejores colecciones de grabados y dibujos de la historia del arte, que, en conjunto con el resto de su obra, crean una composición brillante de obras cumbre de la pintura moderna.

En una de las obras expuestas en la Fundación Canal se contempla el retrato de un conocido poeta francés, amigo de Matisse. En la descripción adjunta a la obra podemos leer una ilustrativa anécdota que, a mi entender, arroja algo de luz al mundo interior del artista. En ella nos cuenta que el poeta se había citado con el pintor en su estudio de Paris. Matisse le propuso hacerle un retrato al poeta, a lo que este le contestó que sin problemas acudiría a su estudio el siguiente lunes para realizarlo. Matisse se rio y dijo que él pretendía hacerlo en ese mismo momento. El poeta le explicó que tenía una cita muy importante con un editor en menos de 10 minutos, a lo que el artista respondió: “de acuerdo, lo haré en 5 minutos”.

Matisse estaba obsesionado con el “ahora”, y durante su vida pretendió afinar sus creaciones para que representaran, de la mejor forma posible, la expresividad del momento de la captura. Como si de una fotografía se tratara, pero llegando a donde las cámaras fotográficas todavía no habían llegado: a los sueños de las personas. El autor reflejaba, no lo que aparentemente sucedía ante sus ojos, sino la profundidad que se escondía debajo de cada mirada, de cada pose, de cada objeto. En sus grabados, lejos de de tener una ausencia de luz, brillan como sus cuadros más coloridos, tan solo haciendo uso de la línea, del blanco y del negro. Matisse defendía que el color debía ser instrumento de los artistas ya formados. Que un aprendiz debía saber dibujar sin pretensiones simbólicas de ningún tipo, debía saber captar la esencia de la realidad a través de su sensibilidad pura, y los colores, para ese tipo de expresión, añaden un grado de formalidad o conocimiento, de usarse adecuadamente, que un artista debe discernir al principio de su carrera.

“Este trabajo lento y fastidioso es indispensable. Si los jardines no hubieran vuelto a su mejor momento, pronto no servirían para nada. Primero hemos de limpiar, y después cultivar, cada palmo de terreno en cada estación del año. Cuando un artista no sabe preparar su período de florescencia con un trabajo que no presente sino un lejano parecido con el resultado final, su futuro es problemático; cuando un artista recién llegado no siente la necesidad de volver a la tierra de vez en cuando, empieza a andar en círculo y a repetirse, hasta que su curiosidad queda extinguida a fuerza de repetición.”

 

La idea es ver la vida desde los ojos de un niño, no desde la perspectiva rutinaria de las personas adultas, y mucho menos desde la visión corrompida del artista que produce su obra en base a lo que le gusta a la gente que posiblemente observe su trabajo. El artista nunca debe ser prisionero de su propia existencia, debe transcender, llegando a la esencia de lo sensible para poder conectar realmente con su persona interior.

Al igual que los desnudos que representaba, Matisse también se desnudaba en cada una de sus obras, y más aún en sus grabados, donde el color no le ofrecía un lugar donde esconderse. Al contrario, la ausencia de color le motivaba aún más para crear algo bello. Según él, los medios más simples son los mejores para poder expresarse, y prueba de ello es esta exposición.

 

 

 

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